Internet lleva ya mucho tiempo presente en nuestras vidas. Tanto que ya lo asumimos como algo que está ahí «sin más», igual que las nubes o el Sol. Esto es tremendamente positivo, claro, pues la razón de ser de Internet hoy en día no es estimularel interés de los tecnófilos, sino satisfacer las necesidades del común de los mortales, desde hacer la compra hasta realizar operaciones bancarias, pedir cita con el médico, contratar el seguro del coche o aprender cómo preparar un suculento marmitako de bonito del norte en estos fríos días, por poner solo algunos ejemplos.
Sin embargo, en ocasiones es importante recordar que Internet se sostiene sobre una gigantesca infraestructura tecnológica que es, a la vez, impulsora de todo lo que sucede en la red, pero también factor limitante de lo que se puede llegar a hacer sobre la misma. Dicho de otra manera: la infraestructura IT subyacente a Internet tiene limitaciones (como cualquier otra infraestructura, claro), y es necesaria su constante actualización para adaptarla a los usos presentes y futuros de la red.
El Metaverso es, sin duda, el gran ejemplo de ello. Si nos paramos un momento a pensarlo, nos damos cuenta de que el sustrato tecnológico necesario para edificar una propuesta tan, tan ambiciosa debe ser, igualmente, enorme. Y a este respecto no hablo tanto de los servicios ya existentes, como de los planes de futuro. Unos planes muy prometedores, pero que no pueden sostenerse con la actual infraestructura, que a día de hoy no es capaz de proporcionar ni la capacidad de proceso, ni la velocidad ni el ancho de banda necesarios.
Esto no es un problema a día de hoy, pues ya sabemos que el Metaverso es un proyecto a futuro, que todavía tendrán que pasar años hasta que empecemos a ver cómo se materializa la parte más ambiciosa del proyecto. A día de hoy contamos con una mínima aproximación, una punta de lanza, que se adapta a los medios existentes. Sin embargo, sí que es necesario que la infraestructura de Internet evolucione para que, de este modo, pueda dar cabida a todo lo que está por venir.
Así, es fundamental que las empresas que conforman la base tecnológica de Internet avancen en dicha dirección, valorando aquello que está por venir, determinando las necesidades para que esto ocurra y, claro, sumando sus propias aportaciones a la infraestructura que depende de ellos. Un rol que, por fortuna, tienen muy asumido y en el que actúan con vista de futuro, para así intentar asegurar que la infraestructura sea siempre un soporte, no un límite.
A este respecto, DE-CIX se ha pronunciado sobre las necesidades de Internet a futuro, en lo referido a infraestructura, para que la red sea capaz de dar soporte a todo lo que nos plantea la evolución del Metaverso. Y recordemos que hablamos de uno de los operadores de puntos de intercambio de Internet líder a nivel mundial, responsables de servicios de interconexión y peering a miles de operadores y proveedores de servicios de Internet en más de 100 países. Sus números definen a esta tecnológica: 1.000 redes conectadas y un flujo de tráfico de más de 12 terabits por segundo y con una capacidad de red propia en todo el mundo que sobrepasa los 90 terabits.
DE-CIX parte de una base que puede dar un poco de vértigo, y es que «se prevé que las infraestructuras actuales no sean capaces de soportar las aplicaciones que vayan a surgir en los próximos diez años» y concentra buena parte de dichas futuras aplicaciones en el Metaverso. Y digo que da vértigo por dos razones: la primera es por la propia revolución tecnológica, claro, y la segunda es por el enorme ecosistema de servicios que pueden emerger de ese nuevo modelo, una vez que la infraestructura esté lista para ello. Algo en lo que, y esto es importante aclararlo, las tecnológicas ya llevan tiempo trabajando.
Para adaptarse a ese futuro, DE-CIX plantea tres puntos que, por su interés, reproducimos íntegramente a continuación:
Más rápido que un parpadeo
Por la naturaleza de la percepción humana, Internet será más sensible a la latencia. El cerebro tarda tan sólo 20 milisegundos en percibir la información táctil, 13 milisegundos en procesar las señales visuales y menos de un milisegundo en percibir los retrasos auditivos. Por lo tanto, para crear un entorno inmersivo creíble y auténtico será necesario replicar la más rápida de estas velocidades, y así que las reacciones e interacciones se sientan como naturales. Una vez logrado este avance tecnológico, serán posibles numerosas aplicaciones, algo que conllevará un aumento masivo de las expectativas de los usuarios que exigirán una calidad de la experiencia, que no se puede conseguir con la infraestructura del pasado.
Cooperación y convergencia
Para conseguir esa velocidad es necesario construir infraestructuras interconectadas y distribuidas globalmente, ofreciendo al mismo tiempo una gama cada vez mayor de servicios de interconexión especializados y personalizados para satisfacer las demandas de las empresas y organizaciones. Sin embargo, ningún operador de infraestructura digital puede ofrecer esto por sí mismo. Por lo que poco a poco está entrando en la era de la comunidad de infraestructuras y de las alianzas, dejando atrás la mentalidad de silo de los operadores tradicionales de infraestructuras.
Sin centros de datos distribuidos geográficamente, los contenidos y las aplicaciones no tendrían un espacio cerca del usuario final. Por lo tanto, seguirá siendo necesario construir más centros de datos de todas las formas y tamaños; centralizados y descentralizados, grandes hiperescaladores, centros de datos de colocación, soluciones de contenedores, etc. cada uno con su propia relevancia y con una amplia variedad de casos de uso. Estos centros de datos, repartidos por todo el territorio pueden utilizarse para albergar todos los datos necesarios para ofrecer experiencias inmersivas con bajas latencias. Pero también pueden hacer algo más: albergar la infraestructura de interconexión y conectar a sus clientes en el tejido de la infraestructura digital que se va a desarrollar.
La Interconexión y los ecosistemas digitales neutrales
Para conseguir el modelo para una correcta organización de los flujos de datos que demandará el Internet del futuro, es necesaria una mayor densidad y diversidad de redes a las que se puedan acceder localmente a través de puntos de acceso en centros de datos distribuidos geográficamente. Asimismo, una mayor cobertura geográfica de la infraestructura de interconexión a través de un ecosistema neutral y distribuido de operadores y centros de datos, y una variedad de servicios de interconexión escalables y personalizables para apoyar todas las áreas de la transformación digital en todos los sectores. Todo esto sólo puede lograrse a través del poder de los ecosistemas digitales como los que se desarrollan en torno a los centros de datos y las bolsas de Internet. La interconexión es realmente el conducto que permite a los proveedores de infraestructuras digitales aprovechar la oportunidad de la próxima frontera digital: la Internet inmersiva de nueva generación.
No debemos olvidar, a este respecto, que la denominación de Internet como red de redes no es, como muchos entendieron en su momento, equiparable a otras como as de ases, que pretende señalar la superioridad de uno con respecto al resto. Lo que verdaderamente señala ese apelativo es, en realidad, una definición literal de Internet, una red formada por un gran conjunto de redes interconectadas entre sí. Y tan importante es esa interconexión, claro, como las propias redes que componen Internet, lo que pone el foco en la conectividad local gracias a los puntos de acceso cercanos. El ancho de banda y la latencia dependen, de manera crucial, de estos puntos y, por lo tanto, su papel resulta ya crucial en la actualidad, y lo será mucho más en el futuro.