Aunque podríamos pensar que Web 3.0 es la evolución natural de la Web 2.0 que conocemos, poco tiene que ver con esa realidad, o, al menos, sus usos quieren ir bastante más lejos.
Para empezar, ¿qué se entiende por Web 3.0? Según explican desde la consultora Syntonize, se trata de un nuevo servicio construido sobre bloques descentralizados, de la misma manera que algunas criptomonedas. Con Web 3.0, Internet pasa a ser propiedad de desarrolladores y usuarios, sin agentes intermediarios que la controlen.
Por tanto, la Web 3.0 no es una evolución de la web 2.0, sino una combinación de la web pionera y de la web 2.0 en la que las personas pueden leer páginas webs más inteligentes, abiertas, conectadas y personalizadas y colaborar de manera diferente a como conocemos Internet a día de hoy.
Una de las principales ventajas en esta nueva Web es la instalación de aplicaciones. Para usar determinados servicios, hasta ahora era necesario descargar en el ordenador una app, pero con la Web 3.0 se podrá acceder directamente desde el navegador sin necesidad de instalar nada lo que llevará a un uso mucho más natural de herramientas cotidianas en la web.
La web 2.0 vio nacer aplicaciones como Twitter, Drive, Dropbox, Skype, WhatsApp o Facebook. Sin embargo, en la Web 3.0 veremos cómo cada vez se integrarán aplicaciones que tengan que ver con un sistema descentralizado, es decir, sin una entidad central que gestione el servicio, como Akasha, Status o Brave. De hecho, se trata de una situación que se ha visto impulsada con la proliferación de plataformas de microblogging descentralizadas desde la venta de Twitter hace unos meses.
Por otro lado, con Web 3.0 los contenidos se adaptan a cualquier formato sin necesidad de crear versiones para cada sistema operativo, navegador o dispositivo. Lo cual será altamente beneficioso no solo para el usuario que lo verá todo correctamente, sino también para los desarrolladores web que no tendrán que preocuparse por el continente sino el contenido.
Además, los usuarios pueden interactuar con el contenido a través de su voz, imágenes e inmersiones, lo que nos acerca a experiencias de usuario más cercanas al metaverso que a una página web cotidiana y alejándonos de las experiencias bidimensionales que nos ofrecía la web 2.0.
Y es que metaverso y web 3.0 pueden parecer muy similares a ojos inexpertos, pero realmente tienen ciertos rasgos característicos que las hacen conceptualmente diferentes, pero con realidades cercanas que las harán convivir.
Otro de los puntos fuertes de esta Web 3 es la posibilidad de unión con el mundo crypto. En este contexto, los usuarios podrán crear contenido y controlarlo mientras lo monetizan, por ejemplo, con tecnología Blockchain, con criptomonedas o con NFT, en lugar de generar negocio para otras aplicaciones.
La seguridad de los datos personales en la Web 3.0 permitirá que sean los usuarios quienes conserven sus datos y compartan exactamente lo que deseen. En este contexto las empresas que se sirven de los datos de los usuarios para conocer sus preferencias y opiniones políticas se verían perjudicadas.
Otro de los puntos que generan más controversia es el hecho de que se trata de un modelo libre de restricciones. En este aspecto se eliminaría la censura, pero se daría alas a fakes news o discursos de odio. “Aunque sea un modelo que prometa más privacidad y a la vez más libertad, todavía existen frentes abiertos que no se sabe muy bien por dónde acabarán saliendo”, apuntan desde Syntonize.
Con todo ello, la Web 3.0 se presenta como una nueva fórmula donde empresas, usuarios y tecnología se combinará para crear nuevas experiencias y formas de interactuar. Una manera diferente de ver Internet en la que tendremos que ver qué funciona y qué no.